lunes, enero 29, 2007

VENTANAS DE MANHATTAN

Hace mucho, pero que mucho tiempo, casi cuando aún se escribía con punzón y tablilla de cera, había un concurso literario en el instituto al que yo, cuando no tenía dinero para pasar la mañana en la cafetería y hacía mal tiempo para quedarse leyendo en el parque, acudía. Servidora de ustedes ganaba el concurso todos los años por el dudoso mérito de ser la única en presentarse. En mi último curso dos de los profesores, que me conocían como si me hubieran parido, establecieron como premio (es decir, me regalaron con los fondos del instituto) una novela que no me sonaba de nada. Se llamaba El invierno en Lisboa y en la portada podía verse un grupo de jazz. Yo, que por entonces andaba con la fiebre de esa música metida hasta la médula, me cargué el librito sin apenas respirar. Era una novela negra ambientada en el mundo del jazz y que transcurría entre San Sebastián y Lisboa. Me enamoré perdidamente de todo lo que encontré en ella: de las luces exquisitas, de las sombras profundas, de los matices, de los personajes, de los lugares, de las palabras. Muchas noches pasé en vela releyendo El invierno en Lisboa (se lee entera justo en una noche) hasta que pude conseguir otra obra de su autor, Antonio Muñoz Molina. Luego vinieron Beltenebros, El jinete polaco, Las otras vidas, Los misterios de Madrid, Plenilunio, Nada del otro mundo, Beatus Ille, Carlota Fainberg, la maravillosa Sefarad, En ausencia de Blanca, Ardor guerrero... Y siempre, ya se tratase de un cuento de miedo o una reflexión histórica, siempre he tenido una sensación extraña de reconocimiento, de ingresar de en un mundo que no es de nadie más que mío, de regresar a un hogar hace tiempo perdido.



Ahora acabo de terminar otro libro de Antonio Muñoz Molina y tengo de nuevo ese sentimiento agridulce de enriquecimiento y desahucio. Esta vez es Ventanas de Manhattan. Ventanas de Manhattan no es exactamente una novela: es un conjunto de impresiones, de pensamientos novelados y de historias de cuando vivió en Nueva York para dirigir el Instituto Cervantes. Muñoz Molina es el observador perfecto: no juzga ni selecciona, sino que trata de contar todo lo que ve, pero pasándolo por el tamiz de toda su sabiduría, su cultura y su inteligencia. Él mismo comenta esta forma de mirar, casi al final de Ventanas de Manhattan:

Revivo en Manhattan el estado de trance que conocí en una plaza de Granada una tarde de verano, cuando tenía veinticinco años, cuando descubrí de pronto, ligero de biografía, con mi primer trabajo y mi primer apartamento alquilado, contagiado por la lectura de De Quincey y de Baudelaire, que el espectáculo de la ciudad a mi alrededor contenía todas las posibilidades de la literatura, y que todo lo que veían mis ojos merecía ser celebrado y contado (...).



La Plaza Nueva de Granada


Las ventanas a las que alude el título son, claro está, las de los edificios, pero son también las de los cuadros que han retratado Manhattan (Muñoz Molina es historiador del arte, y un adorador irredento del arte contemporáneo), las miradas de los artistas que la han reflejado o las infinitas formas en que puede ser contemplada.

Para una mirada europea, española, Edward Hopper es un pintor de figuras hieráticas y lugares neutros o abstractos, de extrañas habitaciones con muebles rudos y grandes y ventanas enormes que dan a edificios de ventanas idénticas o a paisajes despoblados, bosques oscuros o colinas peladas y bajas como dunas. En sus cuadros se ven escenas nítidamente recortadas y al mismo tiempo veladas de misterio, figuras detenidas en gestos, ensimismadas en tareas que parecen poseer una significación muy profunda , completa en sí misma, pero también inaccesible, como fotogramas aislados de películas cuyo argumento nos es desconocido. Pero esa es la visión de quien se pasea de noche por un barrio tranquilo de Nueva York, por las calles residenciales de Chelsea o del Upper West Side, y mira desde la acera en sombras las ventanas de comedores o bibliotecas o de pequeñas oficinas escenas fragmentarias en las vidas de los desconocidos, gente que lee el periódico junto a una lámpara encendida, en un sillón tan rojo y ancho como ciertos sillones de Hopper, o que en mitad de una habitación se queda pensando, queriendo recordar algo que iban a hacer o a buscar y que han olvidado. Entonces el recuadro de la ventana es el marco exacto de una pintura, y ese hombre o esa mujer que están haciendo o pensando algo vulgar y que no son más ricos o más atractivos ni llevan vidas más memorables que la nuestra adquieren a la luz de la lámpara, en la distancia y la sombra que las separan de la calle, el enigma de algo que nos gustaría saber y no descubriremos nunca, el prestigio de una existencia armoniosa, protegida, serena, quizás demasiado reflexiva y un poco melancólica, más sustancial que la nuestra.



Hopper: New York movie




Hopper: Room in New York



Hopper: Hotel lobby



Caminante incansable, cuaderno en ristre y mochila al hombro, disfruta reflejando cada matiz de la ciudad con su impagable mirada:

Hay lugares de la ciudad que uno descubre por sí mismo en sus caminatas solitarias y otros que le son revelados como un regalo generoso de la amistad o el amor. Se puede regalar lo que uno más ama, cierta perspectiva al fondo de una calle, un parque pequeño junto a un puente, un café, un club de música, hasta un instante de la luz. Ese regalo intangible enriquece a quien lo ha hecho y se vuelve un tesoro enaltecido por el agradecimiento para el que lo recibe, en un recuerdo y también en la posibilidad de otro regalo.



Un instante en Manhattan

Y, cómo no, sus visitas a los clubes de jazz:

A diferencia de en los discos, aquí se ve que la música es un trabajo, hecho de obstinación y resistencia, no una conjunción de sonidos brotados como de ninguna parte, nacidos tan sin esfuerzo como surgen asépticamente de los altavoces donde suena un cedé. Presencias reales: la música la está haciendo alguien, ahora mismo, en un sitio mercenario y vulgar, hombres que se ganan así parte de la vida y que dentro de un rato, cuando terminen de actuar, pasarán entre las mesas con un cubo de plástico donde la gente echará o no echará billetes de un dólar.



Concierto en un club de jazz.




Dedica también varios capítulos al atentado contra el World Trade Center, que le pilló allí; observaciones sin duda curiosas y valiosas, pero que a mí me saturaron un poco, tal vez por todo el bombardeo informativo al que nos sometieron en su día. Habla además de su trabajo, de sus alumnos, de la emigración, de las palabras de Cervantes, y cada frase es una pincelada imprescindible en el Manhattan de Muñoz Molina y un regalo inestimable para el lector.



Enlaces:

Biografía de Muñoz Molina.

Argumentos de sus obras.

Están en Emule:

Plenilunio.
Córdoba de los Omeyas.
El dueño del secreto
(formato audiolibro).
Los misterios de Madrid.
Sefarad.
Beltenebros.
Beatus Ille.
El jinete polaco.
Diario del Nautilus.
El invierno en Lisboa.
Ardor guerrero.
En ausencia de Blanca.

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jueves, enero 18, 2007

Y EL ARTE, ¿ESO QUÉ ES?

Hace ya varios días, abrí el correo de CPA y me encontré con esta pregunta de Belén Cobeta:

Llevo varias semanas haciendo esta pregunta a amigos y conocidos que o bien muestran interés en el ARTE, o bien son ARTISTAS ellos mismos: ¿Qué es el ARTE?


Hasta ahora, ninguno de ellos, ni el diccionario de la RAE tampoco, me han dado una respuesta satisfactoria. ¿Cómo lo definiríais vosotras?

Así, sin anestesia ni nada. Me puse a pensar en qué podía responderle. Pensé, y pensé, y pensé, y en un instante la solución vino a mi mente como unos faros que deslumbran a la vuelta de una curva:

- Tengo que echarle el muerto a otro.

Así fue como el teléfono llevó mi voz desesperada allende los mares, a la casa de Anonimia. Y así fue también como, tras algo muy parecido a esto (yo soy el de las gafas),



el trece de enero de 2.007, a las diez y media de la noche, en algún restaurante de algún puerto de España, el alto mando de CPA (lo que viene a ser Anonimia y yo) se reunía con carácter urgente para tratar de poner fin a la crisis. Y estas son las conclusiones que se obtuvieron:

Vale, si vamos a ser sinceros, estas son las conclusiones que ANONIMIA obtuvo, mientras yo la dejaba hablar y me dedicaba a la más prosaica pero no menos compleja tarea de ingerir dos enormes porciones de queso Camembert frito con cebolla confitada y una deliciosa ensalada, todo a la vez y sin respirar:

Anonimia: ¿Qué es el arte? Bueno, el autor Noséquénosécuántos que es director de orquesta y bla, bla, bla... (perdonen, trato de transcribir literalmente, pero ya les digo que estaba muy ocupada) dice que el arte implica una intención de comunicar por parte del ser humano.

Susana: Mm.

A: Y no sé si fue Aristóteles, o algún otro, quien dijo que era la voluntad de crear algo bello y armonioso. Así que el arte es algo que el hombre hace con una determinada intención: recrearse, contar una historia, reflejar sus sentimientos u honrar a sus dioses, por ejemplo.

En ese momento yo, que llevaba mi arsenal preparado en el bolso, levanté la cabeza del plato, sonreí, saboreando ya el triunfo (o tal vez fuera la salsa), y esgrimí la copia de un correo que acababa de recibir del artista David Ymbernon, inteligente y amabilísima víctima de mis interrogatorios. Decía así:

Para mí arte es precisamente eso, la no definición a la práctica del término, cualquier cosa puede ser arte y cualquier arte puede dejar de ser obra de arte. Tan importante es el objeto como el artista o como quien lo observa, y hay muchas maneras de observar.

S: Anda, chincha. Si cualquier cosa puede ser arte, no tiene que haber una intención por parte del hombre. Tu teoría hace aguas. Y no me dirás que David Ymbernon no sabe de qué está hablando, porque para eso es su trabajo y muy bien que lo hace.

A: Sabe perfectamente de qué habla. Eso mismo lo dijo Talytal Pascual, que era (aquí viene una larga ristra de estudios y cargos) y también sabía lo que decía.

S: Oséase, que tiene que haber intención humana para que haya arte, pero a la vez no tiene por qué haberla.

A: Ajá.

S: Y un garabato que intenta comunicar es, mejor o peor, arte.

A: Sí.

S: Y una hoja que cae, o un ladrillo en una obra, si te dicen algo son arte.

A: También.

S: Bien, vale. Me solucionas esto y luego vamos a por el asuntillo ese de la mecánica cuántica y la relatividad.


Anonimia sonrió con esa expresión de "tengo la solución pero no te la voy a decir" que, estoy segura, usa para atormentar a sus alumnos sacándoles de quicio. Sintiendo que caminaba sobre arenas movedizas, decidí redoblar el ataque: saqué Memorias de Manhattan, el libro que por entonces estaba leyendo (ya lo he terminado y muy pronto les hablaré de él, merece la pena) y lo abrí por un párrafo que previamente había señalado, y que decía así:

El arte enseña a mirar: a mirar el arte y a mirar con ojos más atentos el mundo. En los cuadros, en las esculturas , igual que en los libros, uno busca lo que está en ellos y también lo que está más allá, una iluminación acerca de sí mismo, una forma verdadera y pura de conocimiento. (...) Lo que le pide uno al arte es la revelación de una máxima intensidad de la experiencia, reducida a sus elementos más puros, condensada en el espacio y en el tiempo, material y simbólica, tangible como una moneda, ilimitada como ella en sus posibilidades.

S: ¿Y ahora qué, eh? ¿Es o no el arte una experiencia condensada? ¿Tiene que haber intención para eso? ¿Por parte de quién? ¿Del artista? ¿Del espectador? ¿Puede que un día algo sea arte y al día siguiente ya no? ¿De qué depende eso? ¿No nos van a traer nunca la carta de postres?

Anonimia, en parte para acallar mi angustia y en parte para acallarme a mí un ratito, me contó el siguiente cuento sufí:

"Dícese de tres hombres ciegos de nacimiento, que discutían sobre los elefantes. Llegando a la conclusión de que poco sabían sobre el tema, resolvieron acercarse a un elefante para investigar , y luego reunirse a compartir sus observaciones, por lo que pidieron a otras personas que los acercaran a algún elefante.

El primero de los ciegos quedó al lado de la pata de un elefante; el segundo, cerca de la trompa; y el tercero, en la parte de atrás. Y los tres se dedicaron a estudiar su elefante con los sentidos de que disponían.

Una vez que los tres llegaron a su propia conclusión, se volvieron a reunir para compartir sus experiencias:

-El elefante es como una gran columna rugosa, maciza, inamovible, que nace del suelo y se eleva, -dijo el primero de los ciegos.

-¡De ninguna manera! -le interrumpió el segundo- De cierto y por mis observaciones puedo decir que el elefante es un tubo flexible que en uno de sus extremos es húmedo.

-¡No discutan! Sin lugar a dudas es el elefante una masa gigantesca y rugosa, sostenida sobre dos columnas que se mueven, y que en la parte superior tiene una soga que se mueve como un látigo".


A: Cuando hablamos de conceptos tan abstractos como al arte, el amor, la libertad, a lo más que podemos aspirar es a practicarlo muchísimo, a vivirlo, y tal vez, con el correr de los años y si somos afortunados, podemos aspirar, como los ciegos del cuento, a vislumbrar una parte de la verdad. Todos a quienes has preguntado o leído tienen razón... en parte.

Ahora, por fín, lo entendía. En realidad todos hablaban de lo mismo, cada uno desde su ángulo particular. Así que era eso...

A: Pero siempre habrá quien te diga que todo esto no son más que tonterías...

Miré a mi alrededor, dispuesta a sacar la cuchara de la tarta y metérsela por la oreja a quien se atreviera a aguarme la fiesta, ahora que por fin me había enterado.

A: ...y llevará razón, también...

S: No me hagas esto...

A: ...porque el ser humano no puede estar tratando siempre con los conceptos así en crudo. Necesita reducirlos a una forma que su mente pueda agarrar... a SU verdad, la verdad particular de cada uno. El arte, al final, es la vivencia que cada cual tiene del arte. No puede ser de otra manera.

Y en aquel momento, por alguna razón, me acordé de Platón y de sus Ideas y de cómo exponía sus teorías contándolas en forma de diálogo con un alumno tonto, y luego vine a casa y me puse a escribir...

Espero, Belén, que si bien si no te hemos servido de mucho, al menos no hayamos contribuído a aumentar tu estado previo de confusión. Simplemente, no damos para más.

Por cierto, ¿y para ti, qué es el arte?


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lunes, enero 15, 2007

NOS QUITAMOS LOS VELOS

Hoy vamos a desvelar algunos detalles (esperamos que curiosos, interesantes y totalmente inútiles, como corresponde al espíritu CPX) acerca de la música que les propusimos en la anterior entrada.

1.- Bach: Suite para violonchelo nº1 en G, BWV 1007.

Creo que a estas alturas a todos nos suena, más o menos, el nombre de Johann Sebastian Bach, compositor alemán del período barroco. Por cierto, que hubo otros cuatro Bach: Johann Christoph, el tío de Johann Sebastian, y Wilhem Friedmann, Carl Philipp Emanuel y Johann Christian, tres de los veinte (que sí, veinte) hijos de Johann Sebastian. Los cuatro fueron también músicos.

Suite in G es lo mismo que "Suite en sol". En Alemania y otros países, en lugar de llamar a las notas como do, re, mi, etc, las denominan con letras, siendo la A la letra que correspondería a "la". De esta manera, nuestro

do re mi fa sol la si

quedaría

C D E F G A H (B en Inglaterra)

"Suite en sol" especifica que la tonalidad principal de la obra, de esta suite, es sol (puede ser sol Mayor o sol menor, pero cuando no se dice nada más se sobreentiende que es sol Mayor). La tonalidad es la forma en que se organizan las notas: cuál es su jerarquía, cómo se relacionan entre ellas, cuál es su papel en el sarao. Es, en cierta manera, la "gama de colores" de la composición. Así es como se ha venido organizando la música desde el Barroco, aunque en el s. XX hubo compositores que comenzaron a usar otros sistemas.

¿BW qué? BWV significa Bach Werke Verzeichnis, o sea, "Catálogo de obras de Bach". Así de simple. BWV 1007 viene a decir que esta obra ocupa el lugar 1007 en el Catálogo de obras de Bach, que fue elaborado por un tal Wolfgang Schmieder en 1950 y es el que siempre se usa.

El que toca es Pau Casals. Está considerado como uno de los mejores intérpretes de violonchelo del mundo. Nació en El Vendrell (Tarragona), el 29 de diciembre de 1876, y falleció en San Juan de Puerto Rico el 22 de octubre de 1973. Fue también compositor y director de orquesta, y un gran activista en favor de la paz y la democracia (y en contra de Franco). Fue nominado para el Premio Nobel de la Paz.




La espalda de Pau Casals.

2.- Nicolái Rimsky-Korsakov: El vuelo del moscardón. Rimsky-Korsakov era un marinero en la Rusia del Romanticismo, hasta que alguien le convenció para que empezara a componer y se ocupó de instruírle. Tenía una mano extraordinaria con la orquestación, es decir, para decidir qué corresponde tocar a cada instrumento de la orquesta en una obra. Le salía de miedo.

Don Nicolái


3.- Erik Satie: Gymnopedie nº 1.

Satie vivió en Francia a principios del s. XX. En ocasiones trabajó como pianista de cabaret, coleccionaba paraguas y solo tuvo una relación amorosa en su vida (este punto no sabemos si lo decidió él o fueron las mujeres). Esta es la primera de una serie de obras cortas para piano llamadas así, Gymnopedies.


Este dibujo de Satie se lo hizo Picasso


4.- Danny Elfman: This is Halloween.

Esta canción pertenece a la banda sonora de la película Pesadilla antes de Navidad, con cuyo director, Tim Burton, ha trabajado el norteamericano Elfman en numerosas ocasiones (la última en la fantástica Charlie y la fábrica de chocolate). Ha sido nominado al Óscar por las bandas sonoras de Men in black, El indomable Will Hunting y Big fish.

Un fotograma de Pesadilla antes de Navidad.




Danny Elfman




5.- Beethoven: Claro de luna, primer movimiento.

La sonata para piano Claro de luna está formada por tres movimientos, es decir, tres partes. Este es el primero.

Arthur Rubinstein, el que interpreta, fue un pianista de origen polaco, con un sonido sumamente característico y fama de bohemio y optimista.

Rubinstein feliz.

6.- Mozart: Aria de la Reina de la Noche.

Este aria pertenece a la ópera La flauta mágica, y es una de las más difíciles. En ella, la Reina de la Noche pone de vuelta y media a Tamino, que ha secuestrado a la hija de ambos y no quiere devolvérsela. Observen las notas agudas como puñales que le lanza la señora. Para ir a pedirle el aguinaldo en ese momento.













Dos escenas de La flauta mágica.

María Callas fue una soprano greco-norteamericana. No solo cantaba a la perfección, sino que era una gran actriz y, además, se atrevía con lo que le pusieran por delante. Tuvo una vida tormentosa que fue ampliamente jodrecogida por la prensa.

La Callas sonrojada.

7.- Franz Schubert: La ciudad. Schubert fue un compositor del Romanticismo alemán. Esta es la número once de una serie de catorce canciones (lieder, en alemán; estaban muy de moda por entonces) conocida por El canto del cisne. Tienen las letras, en alemán y castellano, aquí. La de La ciudad dice así:


En el lejano horizonte
Aparece, como una fantasmagoría,
La ciudad con sus torres
Envuelta en el crepúsculo.
Una corriente de viento húmedo
Riza el canal gris;
Con triste compás rema
El barquero en mi barca.
El sol se eleva una vez más,
Resplandeciente, desde la tierra
Y me muestra aquel lugar
Donde perdí a la amada.


7.- Pachelbel: Canon.

Casi con seguridad, la obra más conocida de este compositor barroco alemán. Por cierto: diga lo que diga el título aquí, Bach no pintó nada en esta obra.

Un cánido de ideas claras

8.- George Gershwin: Rhapsody in blue.

Gershwin fue un compositor norteamericano de principios del s. XX. En su música influyó bastante el jazz, para el que también compuso canciones. Realizó varios trabajos teatrales, junto a su hermano Ira, que hacía las letras. Rhapsodie in blue, por cierto, sale en la estupenda película Fantasía, que Diego Rodríguez Vila mencionaba en los comentarios.


Gershwin, George Gershwin

9.- Schubert: Marcha militar.

Otra de las muy conocidas de Schubert.

Franz Schubert posando junto a la mascota de CPA.

10.- Ástor Piazzolla: Libertango.

Piazzolla, argentino, compuso siempre a caballo entre la música clásica y el tango (para desesperación de los puristas del tango, pero a ál le daba igual).









Yo-Yo Ma: estupendo violonchelista chino. Es el intérprete en la banda sonora de Memorias de una Geisha.









11.- Ennio Morricone: El bueno, el feo y el malo (tema principal de la banda sonora).

Este italiano es un incansable
compositor de bandas sonoras. Ha sido nominado a los Óscar en cinco ocasiones: por Días del cielo, La misión, Los intocables de Elliot Ness, Bugsy y Malena. En la ceremonia de 2007 se le entregará el Óscar por toda su trayectoria.

"¡No puedo creer que aún no me hayan dado el puñetero Óscar!"

12.- Jacques Offenbach: Barcarola de Los cuentos de Hoffmann.

Offenbach fuen un compositor romántico alemán. El título de la obra se refiere al escritor, también romántico y también alemán, E. T. A. Hoffmann (de quien ya les hablaré más ampliamente otro día porque me encaaanta) que escribió Cascanueces y el Rey de los ratones, cuento en el que se basó Tchaikovsky para componer su famoso ballet Cascanueces, y a quien a su vez (a Hoffmann) el compositor Leo Delibes dedicó su obra Coppelia, y así ya ven, todo quedaba en casa.

¡Ah! Una barcarola es una canción de gondoleros.

Offenbach bajo el influjo de sustancias psicotrópicas. Él o el dibujante.

13.- Kenji Kawai: Ghost in the shell (banda sonora). Les parecerá imposible, pero no he podido encontrar, para enseñársela, la secuencia de la película donde sale esta canción. Es sobrecogedora: una serie de planos de la ciudad desolada, de escaparates a los que no mira nadie, de aceras desiertas, y la lluvia incesante empapándolo todo...








Este señor o señora es Kenji Kawai. A la derecha, una imagen de la película.


14.- Aram Khachaturian: Danza del sable.

Compositor ruso de origen armenio, le encantaba la música folclórica, aunque también compuso obras de corte más clásico y bandas sonoras. Tuvo problemas con el gobierno de Stalin, que le acusaba de componer música "con tendencias burguesas". Lo que hay que oír.

Khachaturian con su tupé de burgués.


15.- Richard Wagner: Cabalgata de las Walkirias.

Pertenece a la ópera La Walkiria, segunda de una serie de cuatro denominada El anillo del nibelungo. Wagner, romántico alemán, era un enconado defensor del folclore de su país, y escribió estas óperas inspirándose en la mitología nórdica, en sus dioses y en sus señoras rubias y gordas a las que es mejor no hacer enfadar.











16.- Georges Bizet: Carmen.

Otro romántico, esta vez francés. En aquella época se puso de moda España como lugar pintoresco y exótico (lo de pintoresco no lo vamos a discutir) y numerosos compositores se inspiraron en ella. Bizet ambientó la ópera Carmen en la Sevilla de las tabaqueras y los toreros. Eso sí, hay que decir en su defensa que en ningún momento de la obra se oye un "osú mi arma".
Cartel que hizo para anunciar Carmen la Universidad de Otago. Genial.


17.- Mozart: Confutatis.

Probablemente mi parte favorita del Réquiem, última obra que compuso. Cuenta la leyenda que fue la misma muerte quien vino a encargar a Mozart un réquiem para su propio funeral. Lo más probable es que el encargo lo hiciera un caballero, vestido de negro y con máscara para no ser reconocido, y que Mózart, ya enfermo, confundiera las churras con las merinas. Pero qué Réquiem le salió...


18.- Mozart: Marcha turca.

Es el tercer movimiento de la Sonata para piano nº 11 en La Mayor (ya saben lo que es eso, ¿verdad?). Imita el sonido de las bandas turcas de jenízaros, que por entonces se llevaban mucho.

Un jenízaro que pasaba por aquí.


19.- Manuel de Falla: El sombrero de tres picos.

Falla, gaditano de principios del s. XX, es tal vez uno de los más importantes compositores españoles. En el ballet El sombrero de tres picos retrata la Andalucía rural.

Una escena de la obra.

Victoria de los Ángeles, cantante barcelonesa, fue una de las mejores del mundo hasta su fallecimiento, hace apenas dos años. Tenía una voz dulce y maternal. Me enteré de su muerte viviendo en Alemania, y pasé el día entero escuchando un disco suyo y viendo caer la nieve. No paró de nevar hasta la noche.

Sin palabras.

Actualización: Me acabo de dar cuenta, despistada de mí, de que en el fragmento de El sombrero de tres picos que propusimos no llega a cantar Victoria de los Ángeles. Así que, de propina y para que no se queden con las ganas de escucharla, aquí se la traigo, en el aria de una de las Bachianas Brasileiras del brasileño Heitor Villa-Lobos. Escuchen qué prodigio...





Actualización: Nos señala Fernando en los comentarios que Yo Yo Ma es en realidad estadounidense. Añado yo además que, según se dice en su página, aunque vivió muchos años en Nueva York, nació en Francia de padres chinos. Gracias, Fernando.


lunes, enero 08, 2007

ABRIENDO LAS OREJAS

Miren lo que nos han traído los Reyes Magos: un ejercicio ideado y diseñado para CPA Musical Training por la mismísima Anonimia, que aún no tiene conexión a internet y lo que te rondaré morena, pero que para esto de inventar actividades es mucho más rápida y para colmo un auténtico genio. La redacción, los pequeños detalles y la elección de las obras son mías: espero no haber metido mucho la pata.

El ejercicio tiene sus partes, tres para ser más exactos. No es necesario que las hagan todas el primer día, pero sí es fundamental que, cuando lo retomen, empiecen siempre desde el principio. Si no, no sale. No se preocupen: cuanto más repitan, más fácil les resultará, menos tiempo les llevará y más cosas nuevas descubrirán.

Uno: las orejas y el mundo.

Elija un momento en el que pueda atrincherarse solo en casa, en el mayor silencio posible y sin nada urgente que hacer en la próxima hora, más si le apetece. Desconecte la televisión, la radio, los teléfonos y el timbre de la puerta. Esta hora es para usted: que nada ni nadie se la estropee. Qué caray, se la ha ganado.

Acomódese en su sillón favorito, el sofá, la cama, dondequiera que esté cómodo y en la postura que prefiera. Eso sí, si va a utilizar la música que vamos a proporcionar en CPA, asegúrese de tener el ordenador cerca. La primera vez, trate de acordarse de memoria (son dos cosas y media, verá qué facil), pero tenga la pantalla a mano como chuleta. Si ve que al principio no se acuerda, puede hacerlo con los ojos abiertos, pero el resultado no será tan bueno.

Cierre los ojos. Inspire profundamente, llenando cada rincón de sus pulmones. Inspire de nuevo. Mantenga los pulmones llenos durante unos instantes, concentrándose en la sensación del aire inflándolos. Espire. Ponga dos dedos en su muñeca y note su pulso. Inspire en el tiempo que tarda en sentir cuatro pulsaciones. (Si sentir el pulso le resulta desagradable, como a mí, simplemente cuente despacio hasta cuatro). Retenga el aire en sus pulmones durante dos pulsaciones. Espire en cuatro pulsaciones. Mantenga los pulmones vacíos dos pulsaciones. Inspire en cuatro. Mantenga llenos dos. Espire en cuatro. Y así suscesivamente, que dirían Gomaespuma, hasta que se note totalmente relajado.

Concéntrese en sus pies, e imagine que están desapareciendo. Ya no los tiene, no los siente. Siga con las piernas, hasta las rodillas. También desaparecen. Si nota que pierde la concentración, vuelque su atención en la respiración: cuatro, dos, cuatro... Cuando se relaje de nuevo, siga haciendo desaparecer su cuerpo: desde las rodillas hasta las ingles, de ahí a la cintura, brazos, pecho, cabeza.

Ahora que nos hemos librado del cuerpo impertinente, podemos concentrarnos de verdad. Céntrese en los sonidos que le rodean. Estamos tan habituados al ruido que nuestro cerebro, para protegerse, se ha acostumbrado a no escuchar. Le sorprenderá la cantidad de sonidos que pueblan su entorno: el ventilador del ordenador, el murmullo de la calle, el frigorífico, algún vecino que abre el grifo, un pájaro o un perro en la calle... Pase el rato que necesite tratando de percibirlos individualmente, no como un murmullo indistinto sino como sonidos separados. Ahora présteles atención: ¿cómo son? ¿Diría usted (según su propio criterio) que son sonidos agudos, medios, graves? ¿Suenan mucho tiempo, o son cortos? ¿De qué está hecho lo que suena: metal, cristal, líquido, madera? ¿Es algo que vibra, que es golpeado, o frotado...?

Aquí termina la primera parte del ejercicio. Si no la apetece seguir o no tiene tiempo, puede dejarlo ahora. Abra los ojos y despierte poco a poco a su cuerpo: mueva un poco los pies, las piernas, los brazos... No se levante de golpe: podría marearse. Tómese su tiempo. Enhorabuena: ha dado su primer gran paso en su entrenamiento musical. Vuelva pronto...

Dos: álbum de fotos personal.

¿Ha decidido seguir? ¡Estupendo! Ahora empieza lo divertido.

Concéntrese de nuevo en su respiración. Piense en imágenes y deje que fluyan por su mente. No trate de recordar o imaginar nada: déjese llevar. Si dejan de fluir, concéntrese de nuevo en la respiración y volverán. Le vendrán imágenes de todo tipo: programas de televisión, escenas de su vida diaria, películas, recuerdos, fotografías... Deje que pasen todas y vaya seleccionando las que pertenecen a su vida cotidiana: el momento en que abre la puerta de casa al volver del trabajo, su mano accionando el contacto del coche, el rostro de su pareja, el de su jefe, el de los compañeros de trabajo; su pie tocando el suelo cuando se levanta de la cama, el árbol que ve cada día en su camino...

Escoja una de estas imágenes y explórela a fondo. ¿Qué detalles observa (sombras, lunares, hojas, gestos...)?¿Qué tacto tiene lo que está tocando? ¿Cómo huele en ese momento? ¿Qué sonidos hay? ¿A qué sabe (si está comiendo)? ¿Qué temperatura tiene? Haga lo mismo con el resto de las imágenes.

Vuelva a escoger una imagen. Concéntrese en ella mientras encucha la siguiente obra:




¿Qué matiz adquiere la imagen? ¿Es ahora melancólica, nostálgica? ¿O tal vez divertida, como una parodia? ¿Absurda? ¿Danzarina?

Repita el proceso, con la misma imagen y las siguientes obras (u otras que usted prefiera) y observe qué ocurre, cómo una misma situación puede ser comedia o drama según la música que se le ponga (frase en honor de Woody Allen).








































Si tiene tiempo y le apetece, puede escuchar de nuevo las obras con otra de sus imágenes, seguramente obtendrá matices distintos. Si repite el ejercicio, puede escoger otro tema: imágenes de películas, recuerdos...

Tres: lo mismo, pero al revés.

Escoja la obra u obras que más le hayan gustado e imagine qué imagen/es le pondría. ¿La escena final de Casablanca? ¿Un insecto molestando a un caballo? ¿Un bufón haciendo cabriolas? Como siempre, ya sabe, póngale detalles.


Espero que se hayan divertido. Yo me lo he pasado pipa redactando la entrada, más que nada por el tremendo atracón de música que me he dado mientras buscaba la más apropiada. No les he contado nada sobre las obras, y ha sido intencionado, para no condicionarles. Pero en una entrada próxima desvelaremos el misterio...

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