DIVIDIDO ENTRE CERO -2a
En cuanto ella y Carl volvieron a casa, Renee fue a la mesa de su despacho y comenzó a darle la vuelta a todos los papeles, agrupándolos a ciegas en un montón; hacía muecas cada vez que una esquina de una página se volvía hacia arriba mientras la manipulaba. Pensó en quemar las páginas, pero eso sería meramente simbólico. Conseguiría lo mismo si se limitaba sencillamente a no volver a mirarlas. Los médicos lo describirían probablemente como comportamiento obsesivo. Renee frunció el ceño, acordándose de la indignidad de ser paciente de esos idiotas. Recordaba cuando se encontraba en estado suicida, en la sala cerrada con llave, bajo la observación supuestamente continua de los asistentes. Y las entrevistas con los médicos, que eran tan paternalistas, tan obvios. Ella no era una manipuladora como la señora Rivas, pero en realidad era muy fácil. Sólo tenías que decir: «Me doy cuenta de que no estoy bien todavía, pero me siento mejor», y te consideraban casi lista para salir.
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