jueves, octubre 11, 2007

MARÍA Y ALBERTO

El pasado lunes estuve en un concierto por primera vez en mucho tiempo. La última vez había sido en Santander, escuchando a Andreas Scholl (concierto que les contaremos en breve), y casi me muero, de la pena y de tantos recuerdos que se me vinieron encima de golpe. Perder a la persona que uno juró amar toda la vida es atroz, y hay veces en que uno no puede evitar acordarse de aquellas palabras de Hemingway: "Había amado demasiado, había exigido demasiado, y lo había agotado todo."... En fin, hay que seguir adelante. Ya se me ocurrirá cómo.

El caso es que allí estaba yo el lunes, en la puerta del Teatro Real, y no me llegaba la piel al pellejo del miedo que tenía. La música es capaz de despertar en nosotros sentimientos que creíamos enterrados, y yo, en aquel momento, con los que no estaban enterrados tenía que me sobraba. Pero no podía perder la oportunidad de escuchar a María Joao Pires, una de las mejores pianistas del mundo. A mí siempre me ha empalagado un poco, pero reconozco que tiene una visión de la música especial y muy valiosa.

Cuando vi que el concierto empezaba con las Danzas argentinas de Ginastera, por poco no salí corriendo. Por poco y porque ya habían cerrado la puerta. Les explico: Alberto Ginastera es lo peor que le puede pasar a alguien que sufre. Este compositor argentino ponía en todas sus composiciones un acento de profunda, terrible melancolía. Como un tango, pero más sutil y a la vez más irremediable. Agradecí estar en lo más alto del teatro: siempre me quedaba la opción de hacer el salto del ángel...

En cuanto sonaron las primeras notas supe que me había equivocado. Por encima de toda la tristeza, de tanto dolor, estaba la belleza que aquella mujer estaba imprimiendo en la música, y la de la obra misma. Esa belleza universal que puede reconocer cualquiera, aunque no haya escuchado música en su vida. Estaban hablando de pérdida, pero también de esperanza. Por primera vez después de meses, después de tantas palabras de ánimo de los buenos amigos, de tanto tiempo tratando de no pensar y a la vez de comprender qué diantres pasó, sentí realmente la esperanza. Y después, cuando entró el violonchelista Pavel Gomciakov, el violonchelo más dulce que jamás he escuchado, fue como un bálsamo para el alma...

No he encontrado ninguna grabación de Ginastera por María Joao Pires, y tampoco del violonchelista, así que les dejo con estas dos. Primero, las Danzas argentinas con otra pianista (fíjense en la segunda, qué maravilla) y luego María interpretando a Schubert.




Etiquetas: ,

3 Comments:

At 13/10/07 15:54, Anonymous Anónimo dice...

ANIMO¡¡¡¡

 
At 17/10/07 01:44, Anonymous Anónimo dice...

Pienso que cosas en esta vida empiezan de manera muy complicada y acaban inexorablemente de la misma manera, porque toda complicacion implica un deterioro difícilmente salvable. Ojalá no existieran las complicaciones, ni la distancia, ni las mentiras, ojalá todo fuera más sencillo. Las cosas se agotan, todo se agota, no hay nada infinito, por tanto la cuestión no es que se agote de tanto usarlo sino el como se ha usado. A veces hacemos las cosas pensando en que es lo mejor para la otra persona, aunque la otra persona no lo comprenda (ni a veces nosotros mismos), y posiblemente estemos equivocados, pero ese riesgo corremos siempre cuando tomamos una decisión. Aun así, en el fondo del corazón estoy seguro que todos seguimos amando a quien llegamos a amar de verdad, aunque cualquier reconcialiacion sea imposible. Esto no es más que una humilde opinión.

 
At 19/10/07 19:19, Blogger Susana dice...

Estoy de acuerdo, salvo en una cosa: yo sigo creyendo que hay cosas infinitas, y lo seguiré haciendo. Soy una cabezota.

 

Publicar un comentario

<< Home

Creative Commons License
Las entradas publicadas en este blog están bajo una licencia de Creative Commons. Las imágenes, piezas musicales y textos en los que se indique expresamente esta circunstancia, pertenecen a sus autores.

Wikispaces