sábado, diciembre 23, 2006

UN REGALITO...






¡¡¡CPA LES DESEA UNA FELIZ NAVIDAD!!!

CPA MUSICAL TRAINING

Déjenme contarles algo sobre la música. En este arte, como en casi todo, siempre ha prevalecido una antiquísima ley: por encima de las vivencias o la postura ideológica o la opinión del currante, el que paga manda. Hay un cierto margen de maniobra dependiendo de las circunstancias, claro, pero las directrices siempre las marca la mano que te alimenta. Les diré por qué vengo hoy a relatarles este cuento tan viejo, pero antes, para que todos sepamos de qué estamos hablando, permítanme recordarles los períodos en que se divide la Historia de la música occidental, a saber:

- Prehistoria (aproximadamente hasta el año 476 d. C.).
- Edad Media (siempre aproximadamente, años 476 a 1.400).
- Renacimiento (1.400-1.600).
- Barroco (1.600-1.750).
- Clasicismo (1.730-1820).
- Romanticismo (1.815-1.910).
- Música del siglo XX (1.900-2.000).
- Música Contemporánea (1.975- ).

Centrémonos ahora, por favor, en un punto determinado de esta evolución: la transición entre Clasicismo y Romanticismo. Miren las fechas: finales del siglo XVIII y principios del XIX. ¿Les dicen algo? En efecto, el cambio de estilo coincide con un proceso importantísimo en la Historia reciente de Occidente: la Primera Revolución Industrial. Siendo este un cambio de componente económico tan fuerte, bien podemos suponer que (como suele ocurrir con estas cosas) grandes sumas de dinero, de vez en cuando, dejaron de estar donde estaban y pasaron a estar en otro sitio. En otras palabras: que el que pagaba ahora era otro. Hasta estas fechas, el negocio y el pan de los compositores estaban en la Iglesia y en la nobleza, que les mantenían prácticamente como asalariados. La música se interpretaba en las ceremonias litúrgicas o en los salones de los nobles y monarcas, y punto. La mayoría de estos nobles poseía una más que aceptable educación musical, y muchos de ellos eran consumados intérpretes; por lo tanto, pedían a sus compositores obras complicadas en las que lucirse, mientras que los compositores no temían producir obras difíciles de entender porque sabían que se las habían con una audiencia cultivada y experta. Sin embargo, tras la Revolución Industrial, la nobleza comenzó a perder poder económico (y con él el poder de
apadrinar compositores) en favor de una nueva clase social, la burguesía. Con la Iglesia no se podía contar, puesto que los movimientos sociales producidos como consecuencia de la Revolución (marxismo, capitalismo, liberalismo) la tenían bastante ocupada. En España incluso la dejaron en calzones (véase Desamortización de Mendizábal). El nuevo público, los burgueses, venían a ser lo que mi padre llama "pobres hartos de comer": querían ser nobles, pero no les salía. Imitando a la nobleza, querían música, pero no podían y menos les apetecía pagar un sueldo a un señor cuyo trabajo les sonaba a chino y además les parecía bastante inútil. Así es como se llegó al concepto del compositor compartido, es decir, los conciertos públicos. Ahora el pan del compositor estaba en conseguir que la gente, cuanta más mejor, fuera a escuchar sus obras y pagara por ello. Pero esa gente ya no era la nobleza culta de unos años antes, sino comerciantes o artesanos enriquecidos que no sabían palabra de música: para que pagaran por asistir había que darles estructuras sencillas, melodías pegadizas y fácilmente reconocibles, suspiros y ayes, argumentos de culebrón. De esta manera tan poco romántica surgió la música del Romanticismo.

La Historia siguió avanzando y la música se escindió en dos corrientes: una, la llamada "música culta", que continúa evolucionando y experimenta con nuevas tendencias y sonidos, y que a veces no escucha ni la madre del compositor; y la "música popular", que sigue (cada vez más) la tendencia de simplificación iniciada por el Romanticismo, a veces con la intención expresa de llegar al mayor público posible. Ello no implica que no haya, en la música popular, sublimes compositores, que los hay. Pero sigue siendo formalmente (formal: referente a la forma) bastante sencilla. ¿Qué les ocurre entonces a nuestros oídos, cuando después de dos siglos de escuchar melodías simples repetidas mil veces sobre acompañamientos de digestión rápida, les ponemos una fuga de Bach? Que chirrían, pobrecitos, y con razón. Es como pasarse la vida sentado y, un buen día, levantarse y querer ganar una maratón. No somos más tontos que los que escuchaban a Bach en su tiempo, pero llevamos doscientos años sin entrenar.

Dicho esto, transcribo la pregunta que nos deja Albertdm en el consultorio CPA:

(...)siempre me ha llamado algo la atención la música clásica. El caso es que debido a mis limitaciones nunca sé con qué piezas (¿se les llama así en música clásica?) empezar a escuchar esta música.

Albertdm, eso que tú llamas limitaciones no son otra cosa que la consecuencia normal de las carencias musicales de nuestros tiempos. El cerebro no nace sabiendo escuchar música igual que no nace sabiendo dividir por dos cifras: tiene que aprender. Por lo tanto, más que un par de piezas sueltas que te puedan gustar, te propongo lo siguiente: un programa de entrenamiento completo para la parte musical de tu cerebro, y para la de quien quiera apuntarse a la aventura. ¿Qué te parece? Hoy veremos los aspectos fundamentales del programa, y trataremos de contestar a las preguntas que nos planteas. Más adelante iremos ampliando detalles, comentando aspectos específicos, proponiendo nuevas obras o ejercicios y respondiendo a las dudas que pudieran surgir. ¿Preparado? Vamos allá.

CPA MUSICAL TRAINING

Cuentan los que entienden de estos asuntos que, cuando se inicia un "entrenamiento musical", se suceden tres niveles de comprensión de la música. Son estos:

NIVEL 1. El cerebro tiende a asociar la música con imágenes, y la recuerda y entiende mejor si la relaciona con ellas.

NIVEL 2. La música es asociada a sentimientos y estados de ánimo, y se aprecian mejor los matices expresivos de la misma.

NIVEL 3. Prevalece en el oyente una comprensión intelectual de la música: estructura, características formales... El grado de perfección alcanzado en este nivel dependerá, lógicamente, de los conocimientos técnicos del que escucha, pero no es necesario ser Beethoven para lograr buenos resultados.

Empezaremos con el nivel 1:

NIVEL 1

Directrices:

- Trata de escuchar obras cortitas y de prestarles toda tu atención cuando lo hagas. Con una obra larga tu atención decaerá a los pocos minutos y te aburrirás, o no la escucharás completa y no tendrá sentido.

- Cuando escuches música, trata de plasmar en imágenes lo que escuchas. Puedes dibujarlo, si te apetece, aunque el resultado sea poco más que un borrón, o simplemente imaginarlo. Con las imágenes que quieras: como si fuera una película, dibujos animados, colores y líneas en movimiento... todo vale. Cuanto más detalle, mejor, pero trata de que cada detalle de la imagen tenga su correspondiente detalle musical. Puedes cerrar los ojos si así te concentras más.

- Música de fondo, mejor no. Nos comentas que sueles escucharla en el coche: aunque lo hagas, trata de reservar diez minutos para escuchar música en casa, sin nada ni nadie que te distraiga y sin estar pendiente de nada más. Esos diez minutos beneficiarán más a tu sentido musical que diez horas de oír música sin escucharla.


Obras propuestas:

Ketelbey: En un mercado persa-En el jardín de un monasterio. Ambas puedes escucharlas directamente aquí. Son dos obras cortitas y divertidas que describen ambientes (el de un mercado persa y el del jardín de un monasterio, je, je). Trata de imaginar cómo son a partir de la música: los vendedores, clientes y bailarinas del mercado, los pájaros y monjes del monasterio, etc., y qué es lo que crees que ocurre en ellos.


Mussorgsky: Cuadros de una exposición.
Es una obra formada por una serie de piezas cortas. Cada una describe un cuadro que el compositor va viendo en una exposición. A veces, entre cuadro y cuadro hay una especie de "intermedio", el famoso Promenade, que representa al propio compositor paseando de un cuadro a otro y que va cambiando según el humor y los pensamientos del mismo.

Hay dos versiones: la original para piano solo, y otra para orquesta. Las dos son impresionantes.

Para que la puedas seguir fácilmente, esta es la estructura:

Promenade.

Cuadro 1º: Gnomos.

Promenade.

Cuadro 2º: El viejo castillo.

Cuadro 3º: Tullerías.

Cuadro 4º: Bydlo. Representa a unos campesinos polacos trabajando en el campo con los pesados carros. Esta es la versión para orquesta:



Promenade.

Cuadro 5º: Ballet de los polluelos en sus cascarones.

Cuadro 6º: Samuel Goldenberg y Schmuyle. Representa una discusión entre un judío rico y uno pobre.

Cuadro 7º: El mercado de Limoges.

Cuadro 8º: Catacumbas, sepulcros romanos.

Cuadro 9º: Hablando a los muertos en lengua muerta.

Cuadro 10º: La cabaña sobre patas de gallina.

Cuadro 11º: La gran puerta de Kiev.

La obra completa en versión para piano, aunque no dividida por cuadros sino en tres grandes trozos, aquí.

Mismo sistema de antes: trata de averiguar cómo son los cuadros.


Saint-Saëns: El carnaval de los animales.
Otro conjunto de pequeñas y deliciosas piezas. Cada una describe a un animal, algunos realmente curiosos. Estructura:

1.- Marcha real del león.

2.- Gallinas y pollos.

3.- Asnos salvajes.

4.- Tortugas.

5.- El Elefante.

6.- Canguros.

7.- Acuario.



8.- Personajes de largas orejas (animal imaginario).

9.- El cuco.

10.- Volatería (palomas).

11.- Pianistas (¡¡!!).

12.- Fósiles (¿?).

13.- El cisne. Conocidísimo.

14.- Final. (¿De qué película te suena? Piensa, piensa...).


El cisne, Fósiles y el Final, aquí.

Se trata de una obra plagada de fantasía, así que no trates de encontrar en ella retratos realistas de los animales. Más bien, no temas adornar tus imágenes con los detalles más absurdos que se te ocurran.


Grieg: Peer Gynt.
Narra la historia de un joven que, tras la muerte de su madre, se lanza a recorrer lugares exóticos, hasta que al final decide volver a los brazos de su amada, que le espera. La obra está organizada en dos suites, que es lo mismo que decir en dos grupitos de piezas, pero más corto:

Suite nº 1:

La mañana.



La muerte de Aase.

Danza de Anitra.

En la cueva del Rey de la montaña.




Suite nº 2:

Lamento de Ingrid.

Danza árabe.

El retorno de Peer Gynt.

La canción de Solveig.

Muerte de Aase, Danza de Anitra y El retorno de Peer Gynt, aquí.

Es una obra descriptiva, en parte, pero también intenta expresar diferentes sentimientos: dolor, alegría... También ese aspecto puede ser plasmado en imágenes, pero vas a necesitar un poco más de imaginación.


Suficiente para empezar, ¿no crees, Albertdm? Como comentamos antes, en futuras entradas iremos proponiendo más obras y ejercicios y ofreciendo más información, e incluso volviendo sobre estas mismas obras con más profundidad. Me quedan un par de detalles que comentarte:

- Hay muchas páginas en Internet que, seguramente con la mejor de las intenciones, ponen para escuchar música clásica en formato MIDI. El formato MIDI es una aberración que suena a organillo de feria. Huye de ellas como de la peste.

- Me preguntas sobre Mozart. Hombre, yo te contestaría como el del chiste *, que para escuchar a Mozart cualquier momento es bueno, pero lo aconsejaría más adelante. De todas formas, si te gusta no te prives. ¿Tienes el Requiem? Es impresionante, maravilloso, sobrecogedor. La Misa en Do menor tiene también momentos brillantes, brillantísimos. Y tantas otras...

- ¿Música en MP3? ¡Por supuesto! Pierde un poquito de calidad, vale, pero mucho peor sonaban los discos de vinilo y bien que nos las apañábamos con ellos. Lo que sí sería una barbaridad es que te gastaras cientos de euros en discos sin saber siquiera si te van a gustar. Usa el Emule, busca, experimenta, escucha distintas versiones de la misma obra si te apetece (te sorprenderá la diferencia que existe a veces). De comprar cedés siempre hay tiempo.

- ¿Sabes dónde sí que hay diferencia, dónde merece la pena gastar los cuartos? En la música en directo. Escuchar un disco está bien, pero estar viendo a la orquesta, sentir el ambiente, notar cómo el asiento vibra con la música... guau. Puedes encontrar entradas a muy buen precio, incluso gratis. No te recomiendo aún, eso sí, que te metas en una ópera larga o una sinfonía, porque puedes acabar de los nervios. Si te topas con un concierto de una obra que ya conoces y sabes que te gusta, perfecto; si no, trata de informarte y busca obras cortas y no demasiado enrevesadas, de momento. Normalmente, en las páginas de Internet de los distintos teatros cuentan un poco de qué va el espectáculo. Si dudas, escríbenos.

Es todo por el momento. A ti, Albertdm, y a todos ustedes, les recuerdo que estamos en nuestro correo para cualquier pregunta que les surja. Y, sobre todo, diviértanse, que de eso se trata.

Fe de erratas: Me comentaba muy acertadamente Anonimia hace poco que, en el resumen al vuelo de la Historia de la música que se hace en esta entrada, me he dejado totalmente en el tintero la corriente de música popular que siempre ha existido, y a la que tanto le debe nuestra música popular actual (piensen, por ejemplo, en el flamenco o en las canciones de plantación de los negros). Reconozco el error y les pido perdón por él. Sin embargo, opino que no afecta al meollo de la cuestión: por qué es necesario aprender a escuchar.

* Dos novicios se encuentran en el patio del seminario, uno de ellos con expresión contrariada. "¿Qué te ocurre?", le pregunta el otro. "Que le he preguntado al abad si puedo fumar mientras leo el breviario y, además de decirme que no, por poco no me echa a patadas". Al día siguiente, el novicio que había sido regañado encuentra al otro sentado en un banco, con el breviario en una mano y un enorme cigarro en la otra. "¡Pero hombre!", le dice, "¡que el abad te va a sacar el hígado si te pilla!". "Tengo permiso del abad", responde el interpelado. "¡¿Que tú quééé?!", dice el otro. "Como lo oyes", responde el que estaba fumando. "He ido a preguntarle al abad si podía leer el breviario mientras fumaba, y me ha respondido que para leer el breviario cualquier momento es bueno".

martes, diciembre 19, 2006

HAN LLEGADO LAS REBAJAS

A punto ya de finalizar el Año Mozart, los chicos del Mozarteum han decidido digitalizar todas, absolutamente todas las partituras del compositor. Pero no solo eso: ¡las están regalando! Gratis, en PDF, para todo el que quiera, aquí.

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sábado, diciembre 16, 2006

SABOR A MUERTE



Tal vez podría parecer que todas las novelas negras son iguales, pero no es ni por asomo así. Cada autor tiene no ya un toque personal, sino un universo propio. Arthur Conan Doyle, creador del inimitable Scherlock Holmes, era un obseso de los pequeños detalles y del análisis científico. Agatha Christie, cuyos personajes más conocidos son el detective Hércules Poirot y la ancianita (ancianita pero peligrosa) miss Marple, disfrutaba sorprendiendo al lector con trucos ingeniosos y tramas complicadas e inusuales. P. D. James, autora del libro que acabo de terminar, Sabor a muerte, es una profunda conocedora de la naturaleza humana. Los personajes (todos: investigadores, criminales, los que pasaban por allí, todos) adquieren tanta profundidad como en cualquier drama. Tanto, que el caso en sí pasa a un lugar secundario. En Sabor a muerte se sabe quién es el asesino bastante antes del final pero, ¿a quién le importa? Uno está disfrutando viendo cómo cada personaje afronta la crisis y evoluciona con ella, cómo cambian sus vidas desde el asesinato. P. D. James aprovecha la hecatombe de la investigación para arrastrar a sus personajes a tremendos conflictos morales, ideológicos y sentimentales... que no siempre pueden resolverse. La hija de la víctima que se da cuenta de que el odio a su padre ha condicionado todas sus elecciones en la vida; el investigador que sabe que su padre morirá pronto pero se siente incapaz de acercarse a él, la madre que se enfrenta al derrumbe de la familia con una fuerza admirable, la amante devota que lucha entre el recuerdo de los buenos momentos y la certeza de la traición, la escritora sin éxito que disfruta de su vida y su independencia... maravilloso. Y, por cierto, con un final del que no quiero adelantarles nada, pero en el que nadie termina bien. Por desgracia no está en Emule, pero yo lo encontré en Eroski por el precio de un café con tostadas.


P. D James.

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jueves, diciembre 14, 2006

"PORQUE LO DIGO YO" Y OTRAS FORMAS DE DIÁLOGO

Nota: En azul, texto de Adrià; en verde, texto de Schopenhauer; en gris, texto de Susana.

En parte por aclamación popular (de uno de nuestros lectores), y en parte porque este amable lector nos ha dado casi todo el trabajo hecho (y muy bien hecho), dedicamos esta entrada a ese curioso, incisivo, extraño personaje que fue Arthur Schopenhauer.


Permítanme una pequeña introducción. Arturo vivió a finales del siglo dieciocho y principios del diecinueve en Alemania. Era un chico con bastante tiempo libre, circunstancia que en la mayoría de la población suele causar estragos: ahí están, sin ir más lejos, Carmen de Mairena o Paco Porras, el vidente de las verduras. Pero Arturito, por suerte, prefirió los libros a las hortalizas y dio en convertirse en una especie de Tote King de la Filosofía: clarito y a la yugular. Arremetía, con bastante sentido del humor y por igual, contra la esclavitud, las mujeres, los demás filósofos, la estupidez o, cuando tenía un mal día, el ser humano en general. Fue uno de los primeros pensadores occidentales en interesarse por las filosofías orientales. Cuando se publicó la que hoy es considerada piedra angular de toda su producción,
El mundo como voluntad y representación, no se enteraron ni en la librería de su barrio, fría acogida que él jamás perdonaría al mundo académico. Tuvo que esperar a publicar Parerga y Paralipómena (un compendio de pensamientos sueltos sobre diversos temas) para ver reconocido su trabajo. A partir de entonces despertó pasiones, e influyó en individuos tan dispares como Richard Wagner, Friedrich Nietzsche, Sigmund Freud o Sören Kierkegaard. Le encantaba, de vez en cuando, dejar a un lado la metafísica y reflexionar sobre asuntos que suelen preocupar a más gente, como el amor, el dolor, el aburrimiento o la forma de ganar las discusiones con la suegra. Precisamente de discusiones trata el libro de Schopenhauer cuya reseña nos envía Adrià, El arte de tener razón. Cuéntanos, Adrià:

Hoy les vamos a hablar de uno de los libros menos conocidos pero no menos interesantes de Arthur Schopenhauer, El Arte de tener razón expuesto en 38 estratagemas (¡toma ya!). Comenzaré contándoles que este libro nunca se llegó a publicar en su vida, aunque ésta era su voluntad.

El sr. Schopenhauer vivió por allá la primera mitad del siglo XIX, ya saben, después del follón que se montó con lo de la Revolución Francesa; el Racionalismo, el gusto por los clásicos y el fuerte sentimiento nacional estaban a la orden del día.

Nuestro filósofo, influenciado claramente por Kant y Platón, escribió el libro que nos ocupa desde su acomodada posición social, que le permitía no tener que trabajar.

Empieza Schopenhauer el libro aclarándonos que la erística es el arte de discutir pero, ¿de qué sirve discutir contra otra persona que conseguirá la razón, la tenga o no? No lo olvidemos, somos humanos y esto nos condena a querer demostrar que nuestro punto de vista es el válido. Y aquí es donde entra en juego el libro: si tenemos por adversario en una discusión a alguien cuyos razonamientos -legítimos o no- nos pueden desmontar nuestra tesis, ¿no nos será de utilidad conocer los argumentos que utilizará y, sobre todo, cómo derribarlos?
Schopenhauer, incluso etiquetando con nombres algunas tácticas, nos lleva a través de ejemplos por distintas situaciones en las que una frase pronunciada con más o menos malicia/astucia/moralidad nos permitirá conseguir la razón.

Permítanme (y esto va dirigido a los editores de Alianza Editorial) que les transcriba una de las estratagemas -digamos curiosa- para ponerles en situación:

Estratagema 15:
Si hemos expuesto una tesis paradójica que no sabemos cómo demostrar, proponemos a la aceptación o rechazo del adversario cualquier tesis correcta, cuya corrección no sea, sin embargo, en exceso manifesta, como si quisiéramos extraer de ella la demostración: si la rechaza por desconfianza, le reducimos ad absurdum y triunfamos: si la acepta, por lo pronto ya hemos dicho algo razonable, y luego ya veremos.

Quicir: si nos hemos metido en camisas de once varas y no sabemos cómo demostrar lo que estamos diciendo, soltamos cualquier cosa que sea verdad. Por ejemplo, está usted discutiendo con su señora sobre las tareas domésticas, y no ve la forma de demostrarle que, realmente, no es necesario fregar los platos a diario. En el momento más acalorado de la riña, usted le suelta: "Pero estarás de acuerdo en que el Mistol ha subido de precio". Cuando ella diga que sí, usted responde, con todo descaro: "¿Ves como tengo razón?" y da la discusión por terminada. Ha ganado. Les parecerá absurdo, pero yo he visto exactamente el mismo planteamiento en no se qué revista o libro de autoayuda. ¿Deberíamos, tal vez, incluir a los redactores de la Cosmopolitan entre las mentes sesudas que han recibido la influencia de Schopenhauer?

Esto requiere la desvergüenza más extrema: pero de hecho ocurre, y hay gente que practica todo esto instintivamente.

Vamos, una pequeña perla. Eso sí, que haya relatado y organizado todas estas estratagemas no significa que las haya utilizado; simplemente nos precave de que ahí están.

La verdad es que, según cómo se enfoque, el libro parecerá más humorístico que filosófico. ¿Quién dijo que la filosofía era aburrida? ¿Y quién dijo que no servía para nada?

A ver si se animan a leer el libro, si no lo han hecho ya, y en los comentarios nos explican si han recurrido a alguna estratagema para conseguir la razón.

Y, mientras esperamos, dejemos hablar un poco al maestro:


"Nada muestra mejor la ignorancia del mundo como alegar, cual prueba de los méritos y valía de un hombre, que tiene muchos amigos. ¡Como si los hombres otorgasen su amistad con arreglo a la valía y al mérito! ¡Como si, por el contrario, no fueran semejantes a los perros, que aman a quien les acaricia o solamente les echa huesos que roer, sin más halago! Quien mejor sabe acariciar a los hombres - aun cuando sean asquerosas alimañas -, ese tiene muchos amigos."

De Parerga y Paralipómena

"¡Ah! Cuando la calidad de la sociedad pueda sustituir a la cantidad, entonces merecerá la pena vivir aunque sea en el gran mundo, pero cien necios puestos en montón no hacen un hombre de talento".
De Parerga y Paralipómena

"Así pues debemos abrir puertas y ventanas a la alegría, siempre que se presente, porque nunca llega a destiempo, en vez de vacilar en admitirla, como a menudo hacemos, queriendo primero darnos cuenta de si tenemos motivos para estar contentos por todos conceptos, o por miedo de que nos aparte de meditaciones serias o de graves preocupaciones; y sin embargo, es muy incierto que ellas puedan mejorar nuestra situación, al paso que la alegría es un beneficio inmediato. Ella sola es, por decirlo así, el dinero contante y sonante de la felicidad."

De Parerga y Paralipómena

"Lo que se opone más al hallazgo de la verdad no es la falsa apariencia que surge de las cosas, llevando al error, ni tampoco inmediatamente la debilidad de la inteligencia, sino la opinión presupuesta, el prejuicio que se impone como impedimento a priori a la verdad."

De Parerga y Paralipómena

"Toda satisfacción, o lo que comúnmente se llama felicidad, es, por su naturaleza, siempre negativa, nunca positiva. No es algo que exista por sí mismo, sino la satisfacción de un deseo, pues la condición primera de todo goce es desearle, tener necesidad de alguna cosa. Mas con la satisfacción desperece el deseo y por lo tanto cesa la condición del placer y el placer mismo. De aquí que la satisfacción o felicidad no pueda ser nunca más que la supresión de un dolor, de una necesidad"

De El mundo como voluntad y representación, vol. I


Para saber más:

Página dedicada a Schopenhauer.

Citas de Schopenhauer.

Texto completo de El mundo como voluntad y representación.


Descarga recomendada:

Arthur Schopenhauer: Dialéctica erística o el arte de tener razón.




Arthur Shopenhauer, candidato a pelo Pantene.


¡Gracias, Adrià!

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jueves, diciembre 07, 2006

EL DISCRETO ENCANTO DE LA NAVIDAD

Por si Santa Claus no nos trae este año lo que habíamos pedido, vamos a ir haciéndonos a la idea con este cachito de Gomaespuma que han recuperado Adama y Petisuis:


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miércoles, diciembre 06, 2006

DelicARTessen

"Preparó Alfanhuí en la cueva una especie de andamio o tablado, como una repisa ancha, a media altura de la pared, alrededor de la cueva. Fue bajando una a una seis tinas de madera y las colocó sobre la repisa, como el maestro le había dicho. Luego sumergió en cada tina las puntas de cada manojo de raíces. Bajó luego a la cueva los seis cántaros de líquidos de colores y vertió uno en cada tina.

Alfanhuí subió a reunirse con su maestro, y ambos se sentaron en el jardín mirando al castaño. Pasó un poco de tiempo y vieron cómo algunas de las hojas empezaban a teñirse de naranja, mientras que las otras quedaban blancas todavía. Comprendieron que el zumo de naranja era el más fluído de los tintes, y por eso se revelaba el primero. Más tarde subió a las hojas el zumo violeta. Ya había dos colores. Luego fueron subiendo uno a uno el azul, el rojo, el amarillo y el negro. A las dos horas, todas las hojas estaban teñidas y el castaño era como un maravilloso arlequín vegetal. Alfanhuí y su maestro hicieron fiesta aquel día y festonearon la casa con ramos y guirnaldas de colores."

Rafael Sánchez Ferlosio, Industrias y andanzas de Alfanhuí.





DelicARTessen, arte en pequeño formato. Hasta el veinte de enero en la galería Esther Montoriol, Barcelona.

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sábado, diciembre 02, 2006

SICILIANOS, SÍ, PERO DE ESTE SIGLO

Viernes, ocho de la tarde. Mi santo, que diría Elvira Lindo (santo en todos los sentidos, tanto en su caso como en el mío) y yo nos hemos quedado sin entradas para el Fausto de Gounod en el Teatro Cervantes de Málaga, y decidimos poner en marcha el plan b: un espectáculo, organizado también por el Cervantes, llamado Milagro Acústico. Se celebra en el antiguo conservatorio María Cristina, un sitio mal cuidado con pretensiones de grandeza; una especie de quiero y no puedo hecho edificio. La reseña del concierto decía así:

MILAGRO ACÚSTICO

Poeti Arabi di Sicilia

DANZA, CANTO Y MÚSICA ÁRABE Y RENACIMIENTO ITALIANO

Poesía y música unidas por las raíces sicilianas; la poética italiana más la desbordante creatividad de los poetas árabes nacidos e instalados en Sicilia durante su dominación por los musulmanes.(...)
El grupo utiliza los instrumentos acústicos solos de esta tradición musical: guitarra acústica, baglama, mandolino, tambur, ney, kaval, DAF, darbuka, gongo etc.

Allí estábamos los dos, con un catarro (uno cada uno) del quince y saltándonos nuestras respectivas clases, después de aguantar un atasco de media hora y de soltar veinticuatro euros del ala para las entradas. Pero qué caray, la cosa prometía, y nos moríamos de curiosidad por saber en qué se entretenían los árabes de Sicilia mientras Palestrina hacía de las suyas.

Los micrófonos en el escenario ya me dieron mala espina. Un grupo tan purista como para interpretar con instrumentos originales del Renacimiento, ¿y va a estropearlo poniendo micros? Y además, no hace ninguna falta. Incluso Esperanza Aguirre, que hoy ya sabemos todos que se apaña con dos trapitos, podría usar el auditorio del María Cristina como armario, y aún le faltaría espacio.

Comenzaron la primera canción. Es de esperar, digo yo, que una obra compuesta en Italia durante el Renacimiento acuse alguna influencia de la música renacentista italiana. Yo no la encontraba. Encontré, eso sí, posibles influencias de la banda sonora de El Paciente Inglés (en los mejores momentos), de Europe, de Niña Pastori y, si me apuran, hasta de Ella Baila Sola. Pero de Renacimiento, niente. El misterio quedó explicado momentos después en boca del portavoz del grupo: "Nuestra música está inspirada en los poetas árabes que vivieron en Sicilia en el Renacimiento..." Aaaah. Vale. Que la música la han hecho ellos. Que del Renacimiento es la letra, si la tiene; si no, nada. Bueno, aún nos queda disfrutar de los instrumentos tradicionales de... de... ¿eso es un saxofón soprano?

Era un saxofón soprano, instrumento típico de la "tradición musical" de la familia de Adolfo Sax (su inventor) y de ninguna otra más, y que protagonizó prácticamente todas las canciones del espectáculo. "Al menos el público sí que es del Renacimiento", dijo muy serio mi chico. Cuánta maldad.

En cuanto a la poesía, que probablemente era bastante buena, ni la olimos. A pesar de que era el eje de todo el espectáculo, nadie tuvo la brillante idea de repartir un programa de mano, o un mal folio fotocopiado, con los poemas en los que se basaba (iba a decir inspiraba, pero tengo la impresión de que la inspiración poco tiene que ver con estos chicos) el grupo. De vez en cuando cantaban algunos versos, pero entre los alaridos mal templados de la vocalista y el sonido verbenero de los amplificadores, poco podíamos adivinar.

Creo recordar que varias personas se habían marchado ya cuando de una puerta lateral surgió una señora con una lámpara de araña sobre la cabeza. Al principio pensamos que se trataba de algún desgraciado accidente, pero luego nos pusimos en lo peor, y teníamos razón. Era la bailarina. Nos alivió un poco cuando la vimos a la luz: "Con ese radio, a poco que se entusiasme, de dos caderazos desaloja el escenario y ya nos podemos ir". Sin embargo la chica, consciente tal vez de los desarreglos que sobre el flujo de las mareas podía ocasionar un exceso de actividad por su parte, se limitó a agarrarse el pelo y a dar pasitos y saltitos cortitos: derecha, izquierda, derecha...

Era doloroso contemplar aquello, y muchas fueron las mentes despejadas que en aquel momento se levantaron y se fueron al bar a beber para olvidar. Eso sí, justo es decirlo: de entre los que se quedaron, ninguno lo hizo para amortizar la entrada (no merecía la pena). De hecho, aquel grupo de sucedáneo de pop arabizante y su bailarina triple volumen tienen ya una legión de aficionados entre las señoras y señores bien de Málaga. Aplaudían, piropeaban, hacían palmas las abuelas , y o mucho me equivoco o de ese concierto les salieron tres o cuatro contratos para sendas ferias de barrio.

Yo estaba indignadísima: con los organizadores, pero especialmente con quienquiera que hubiese escrito la reseña engañosa, plagada de verdades a medias, para la página oficial del Cervantes. Al principio pensé que ese alguien no conocía el espectáculo y se había limitado a inventar sobre la marcha. Ahora comprendo que sí lo conocía, y que sabía que no había otra forma de que alguien asistiera sin mentir descaradamente. Es lógico que este señor quiera conservar su trabajo, pero como yo prefiero conservar mi salud, y si me veo en otra así probablemente me ponga a masticar mi propio hígado, creo que por el Cervantes no me van a volver a ver en una laaaaarga temporada.

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