martes, octubre 31, 2006

COMBATES LEGENDARIOS: STING VS SCHOLL

Descargas recomendadas:

Exprés:

Sting (Songs from the labyrint): Can she excuse my wrongs?
Andreas Scholl-John Dowland: Can she excuse my wrongs?

Completa al queso:

Sting: Songs from the labyrint (disco completo).
Andreas Scholl: A Musicall Banquet (disco completo).
Andreas Scholl-John Dowland: Can she excuse my wrongs?


Hace unos días saltaba a todos los telediarios la crucial noticia (en qué han quedado los telediarios, Dios mío) de que el cantante inglés Sting tiene nuevo disco, en el que interpreta obras de John Dowland. Hasta "disco" todo bien, ¿verdad? Bueno, no se preocupen, es normal. John Dowland es bastante conocido en Inglaterra, pero no tanto fuera de ella. Vamos a ver de qué, y de quiénes, estamos hablando:

EL ÁRBITRO: JOHN DOWLAND



Es un tanto como el Manuel de Falla español: tal vez la figura más emblemática de la música clásica inglesa (tampoco es que haya habido una legión para elegir). Hace ya un ratito que vivió (y murió): lo primero en 1563 y lo segundo en 1626. En efecto: fue contemporáneo de Shakespeare. Ya era famoso en su época, cuando ser famoso aún significaba que eras bueno en algo. John Dowland era bueno (que sepamos) haciendo canciones y tocando el laúd. Hacía canciones para laúd solo o para un cantante acompañado de un laúd. En aquella época no existían los discos, así que se publicaban libros con las partituras. Dowland publicó, aparte de algunas canciones sueltas para laúd, seis libros (que no está nada mal): tres llamados Book of Songs or Ayres, otro llamado A Pilgrims Solace, otro más denominado Musicall Banquet (todos ellos para voz y laúd) y uno para laúd solo con el nombre de Lachrimae.

¿Cómo era la música en la época de Dowland? Justo antes, en la Edad Media, los cantantes no poseían mucho rango vocal (no había mucha diferencia entre la nota más grave y la más aguda que podían cantar), así que en las obras a varias voces estas a menudo no tenían más remedio que cruzarse. En el Renacimiento la gente aprendió a aumentar este rango, por lo que ya cada voz podía ir por su camino sin molestar a las demás. Esta forma de hacer música se llamó polifonía, e introdujo una simplicidad en la música que gustó mucho, por lo que a menudo se tendió a reforzarla. Se trató de hacer sobresalir a la voz principal, suavizando las voces del acompañamiento, para que sonase con más claridad. Era muy importante que la letra, cuando la había, se entendiese bien (al contrario que después, en el Barroco, cuando a menudo se cantaban simultáneamente distintas letras, o la misma letra en varios idiomas). Aún no se habían inventado la ópera ni los cantantes virtuosos (ni las divas con caprichos raros), por lo que se interpretaba con voz clara pero sin colocar (la colocación de la voz es la técnica que produce ese timbre característico de la ópera), y sin florituras ni adornos complicados. A veces se usaba el contrapunto, que consiste en una independencia casi total de las voces (incluso empezando y terminando en momentos distintos), pero siempre procurando conservar la claridad formal. Se valoraban la mesura y la elegancia en la expresión de los sentimientos, por lo que no eran necesarios, ni gustaban, las brusquedades de ningún tipo, histrionismos, adornos excesivos, repeticiones obsesivas o complejidades exageradas en la forma. Pero no entiendan con esto que la música renacentista era frívola o simplista: muy al contrario. Encerrada en esos estrechos límites, la expresión del fervor religioso, del dolor o del amor se salía por todas las costuras e impregnaba cada nota y cada silencio.

En el Renacimiento solo había dos formas de hacer canciones: para cantarlas en la iglesia o para cantarlas fuera de ella. Normalmente en los salones de los nobles, puesto que las salas de conciertos no se inventaron hasta que apareció la burguesía (y con ella, a veces, un gusto un tanto dudoso) allá por el siglo XIX. Las canciones que se hacían para cantar fuera de la iglesia eran aún más sencillas y se llamaban madrigales, y a ellas se dedicaba John Dowland. Estaba de moda la melancolía, y en eso Dowland iba a la última: sus canciones suelen tratar de lamentos y de tristezas.


A UN EXTREMO DEL CUADRILÁTERO... STING Y EDIN KARAMAZOV


Sting... bueno, ya sabemos todos quién es Sting. A mí siempre me ha parecido un músico bastante respetable que hacía buenas canciones
pop. En cuanto a Karamazov, acompañante de Sting en Songs from the labyrint, es uno de los más reputados laudistas del mundo. Ha tocado, por ejemplo, con Hespérion XXI, un maravilloso grupo que interpreta música antigua (técnicamente, música antigua es del Renacimiento hacia atrás), y cuyos componentes son en su mayoría españoles; y con el que hoy y aquí será su contrincante: Andreas Scholl.

Actualización: cosas de la vida, Edin Karamazov es también el laudista de Scholl en A Musicall Banquet, disco al que pertenece la grabación de nuestro segundo asalto. No sé si también lo será en la primera, porque no sé a qué disco pertenece, pero por lo visto trabajan juntos habitualmente. Así que podemos eliminar a Karamazov de este bando, puesto que está en los dos y ya no es relevante, y dejar a Sting solito... la que le espera...


AL OTRO EXTREMO DEL CUADRILÁTERO... ANDREAS SCHOLL



Pues sí, este chico de eterna sonrisa (si no me creen miren sus fotos), que parece sacado de un anuncio, es Andreas Scholl, uno de los mejores contratenores de la actualidad. Para entendernos, la de contratenor es la voz más aguda que puede alcanzar un hombre: Ned Flanders, el de Los Simpsons, sería un contratenor excepcional. Hay gente que la encuentra aburrida; para mí es la mejor.

NOTA: Andreas Scholl estará en el Teatro Real de Madrid el próximo tres de noviembre, en su único concierto en España este año. No se lo pierdan, pod Dióh.


PRIMER ASALTO: CAN SHE EXCUSE MY WRONGS?

Can she excuse my wrongs with Virtue's cloak?
Shall I call her good when she proves unkind?
Are those clear fires which vanish into smoke?
Must I praise the leaves where no fruit I find?

No, no, where shadows do for bodies stand
Thou may'st be abus'd if thy sight be dimmed
Cold love is like to words written on sand
Or to bubbles which on the water swim

Wilt thou be thus abused still
Seeing that she will right thee never?
If thou cans't not o'ercome her will
Thy love will be thus fruitless ever

Wilt thou be thus abused still
Seeing that she will right thee never?
If thou cans't not o'ercome her will
Thy love will be thus fruitless ever

Was I so base, that I might not aspire
Unto those high joys which she holds from me?
As they are high, so high is my desire
If she this deny, what can granted be?

If she will yield to that which Reason is
It is Reason's will that Love should be just
Dear, make me happy still by granting this
Or cut off delays if that I die must

Better a thousand times to die
Than for to live thus still tormented
Dear, but remember it was I
Who for thy sake did die contented

Better a thousand times to die
Than for to live thus still tormented
Dear, but remember it was I
Who for thy sake did die contented

Permítanme que no me ponga a traducir porque esto podría ir para largo, pero el tema de la canción es más o menos el siguiente: "Ella es mala y me trata mal y casi mejor la mando a paseo porque así no vamos a ningún sitio."

Escuchemos la versión de Andreítas. ¿Recuerdan lo que hablamos antes? La voz principal (la que interpreta Andreas) es la protagonista. La letra se entiende perfectamente, acompañada sutilmente por el laúd. Observen la estructura (arriba, en los colores de la letra): una estrofa, otra distinta, y otra distinta que se repite, y de nuevo lo mismo, como una fotocopia. La letra cambia, pero no importa, la música es exactamente la misma. Mira que les gustaba a los renacentistas la simetría, ¿eh?

Fíjense en que las estrofas se suceden prácticamente una detrás de otra: en el Renacimiento, no se alternaban voces con instrumentos en la voz principal, como ocurriría después, en el Barroco. El prota era una voz o era un instrumento, pero no los dos. Al menos yo no lo he oído nunca.

Por lo demás, para mi gusto, Andreas Scholl pone a veces demasiado énfasis, pero en general creo que la interpretación es muy buena.

Ahora vayamos a la interpretación de Sting. En alguna entrevista ha dicho Karamazov que Sting ha sido un gran alumno de laúd. No lo dudo. Probablemente Karamazov olvidó comentarle que el laúd no es una Fender Stratocaster y que no se toca aporreándolo. Lo digo para que estén prevenidos y no se asusten, porque la canción ya empieza con algo totalmente desconocido hasta ahora: el golpe de laúd. Comenzamos. Primera estrofa. No vamos mal. La voz de Sting no es muy adecuada para esta música, pero bueno, aceptamos barco. Segunda estrofa. Acompañamiento demasiado fuerte, pero vale, aceptamos pulpo también. Tercera. ¿Y la repetición? Desaparecida en combate. Ppppeeerooo... ¿Y esto qué es? ¿Un solo instrumental? ¿Y de dónde ha salido? Si la improvisación no se inventó hasta el Barroco... ¿Y ahora? ¡¡Toma ya!! ¡Un coro! A tomar por saco la simetría. ¿Y todas esas voces? Una, dos, tres... ¿Se podrán meter más adornos por segundo?

Señores, John Dowland no solo no escribió esto, sino que jamás habría podido hacerlo... por la sencilla razón de que este estilo no estaba inventado aún cuando él vivía. En algún momento ha dicho Sting que pretendía hacer "una versión moderna" de las canciones de Dowland. Me parece estupendo. Hay un disco, In darkness let me dwell, en el que se interpretan las canciones de Dowland incluso con saxofón. Suena muy cinematográfico y muy oscuro y resulta interesante. Pero hacer una versión no es inventarse las canciones. No se puede ir por ahí proclamando que se interpreta a Dowland e interpretar algo que ni siquiera se le parece, del mismo modo que yo no puedo ir por ahí cantando canciones de los Mojinos Escozíos y diciendo que son de Sting, porque probablemente Sting se cabrearía mucho y los Mojinos aún más.

SEGUNDO ASALTO: IN DARKNESS LET ME DWELL

In darkness let me dwell; the ground shall sorrow be,
The roof despair, to bar all cheerful light from me;
The walls of marble black, that moist'ned still shall weep;
My music, hellish jarring sounds, to banish friendly sleep.
Thus, wedded to my woes, and bedded in my tomb,
O let me dying live, till death doth come, till death doth come.

In darkness let me dwell


Es probablemente la canción más conocida de Dowland. Es mucho más metafísica y más triste que la anterior. No tiene una estructura tan definida: se podría decir que la canción entera es una sola, larga y lenta melodía, en la que solo se repiten las notas del verso que le da título. La versión de Andreas Scholl, de su disco A Musicall Banquet, es conmovedora y profunda, perfecta. No hay más que decir.

De la de Sting sí que hay una cosita que decir. Insisto en que no se asusten con el golpe de laúd de entrada, que ya se está convirtiendo en una costumbre. Si antes Sting nos deleitó con música barroca (mala, pero barroca), esta es aún mejor. Estén atentos a hellish jarring... ¡Jevi Metal! Porque no me digan que eso es una canción renacentista: es Motörhead por lo menos.


Parece ser que Sting no conocía la música de John Dowland, y que fue Edin Karamazov quien le convenció para interpretarla. "Deberías cantar estas canciones" dice Sting que le dijo, "aprenderías algo importante".

Debe de estar tirándose de los pelos.

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domingo, octubre 29, 2006

VISTO HOY EN EL CULTIBERIO

Comentando una "interrupción musical" (Inci dixit) de Marlango:

"Ponerle ritmos semanasanteros a una obra maestra de Radio Futura es, aparte de cargarse algo que estaba muy bien hecho como lo dejaron sus autores, mostrar en público la evidencia de que la señorita Watling, como cantante, tiene las mismas cualidades que Luciano Pavarotti como gimnasta o trapecista de circo."

ADORO a este hombre. En serio.

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jueves, octubre 26, 2006

LA LEGIÓN DEL ESPACIO

Como pueden ver, hoy inauguramos enlace. Se trata de la genial tira La Legión del Espacio, por Álamo y Fedde. Curiosa, con mucho arte y, sobre todo, hilarante. No tiene desperdicio.


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miércoles, octubre 25, 2006

EL MUNDO YMBERNON Y MI MALA CABEZA

Lo siento. De veras que lo siento. Por mi culpa culpita se han perdido ustedes la oportunidad de asistir a dos espectáculos maravillosos (o eso opinan los que sí han ido) del artista que CPA patrocina (moralmente, ¿eh?, que no está la cosa para fiestas) porque nos encanta: David Ymbernon. Se han perdido además la oportunidad de asistir gratis, porque David estaba regalando entradas a quien le escribiese (mientras le quedasen entradas que regalar, claro) y sin tener que enviarle tapas de yogur ni envoltorios de bollicao ni nada. Y yo con toda la información desde hace mucho tiempo y en Babia. Ya me pueden odiar que no les guardo rencor.

Confieso, padre, que estoy intrigadísima con las andanzas de este cocinero mágico; con esta especie de "variaciones sobre un tema culinario" que Ymbernon está construyendo con tanto cariño. Me encantan los temas recurrentes (que no repetitivos) porque casi siempre acaban llegando a alguna parte, descubriéndonos algo nuevo a lo que no se podía llegar de otra manera. Son como un taladro o como una gotera: a fuerza de presionar en el mismo punto terminan por llegar más adentro. Y es por eso que no me gusta estar perdiéndome la serie de Latung La La: sospecho que me pierdo algo realmente bueno.






Probablemente no tiene nada que ver, y perdónenme la comparación, pero cuando veo este cartel, y trato de imaginar a un gran comensal en el mundo del pequeño Latung La La, no puedo evitar acordarme del Gran Arklopoplético Verde, el de El Restaurante del Fin del Mundo (grandísima novela de Douglas Adams). ¿Recuerdan?:

"Resumen de lo publicado:

Al principio se creó el Universo.

Eso hizo que se enfadara mucha gente, y la mayoría lo consideró un error.

Muchas razas mantienen la creencia de que lo creó alguna especie de dios, aunque los jatravártidos de Viltvodle VI creen que todo el Universo surgió de un estornudo de la nariz de un ser llamado Gran Arklopoplético Verde. Los jatravártidos, que viven en continuo miedo del momento que llaman «La llegada del gran pañuelo blanco», son pequeñas criaturas de color azul y, como poseen más de cincuenta brazos cada una, constituyen la única raza de la Historia que ha inventado el pulverizador desodorante antes que la rueda."

Ya les avisé de que probablemente no tenía nada que ver.

Y ahora viene la buena noticia. Latung La La, al que pronto se le conocerán más oficios diferentes que a la Barbie, pero menos que a mí, pilota (de una forma no demasiado ortodoxa) un curioso avión de papel. Nos hemos perdido el espectáculo inaugural, pero la exposición podrá verse hasta el uno de noviembre en la galería El Carme Vic, en la calle Devallades 21 de Vic (Barcelona), en horario de oficina de las que trabajan poquito (9.30-14.00 y 17.00-20.30 días laborables). Por favor, si tienen la oportunidad y el volunto de pasarse, cuéntenmelo luego...





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miércoles, octubre 18, 2006

PRÍNCIPES, GALLINAS Y OTRAS SORPRESAS

Descarga recomendada: Haydn, Joseph: Sinfonía nº 83. Primer movimiento: Allegro spintoso spiritoso.

No, no he perdido los papeles, ni estoy tomando demasiados antihistamínicos. Pongo primero la descarga recomendada por una
buena razón: porque al final del artículo les voy a proponer una adivinanza para la que van a necesitarla. Y la adivinanza, adelanto, no es el significado de la palabra "spintoso", aunque si alguien tiene la amabilidad de decírmelo se lo agradeceré en grado sumo...

Si por algo triunfó Franz Joseph Haydn,
Paco Pepe para los amigos, en esto de la música, no fue solamente por componer mucho y bien y además a la última moda (en su época, claro). Fue en parte, creo yo, por su extraordinario y sutilísimo sentido del humor. El suyo y el de sus amigos. Un par de anécdotas para apoyar mi teoría:

Trabajaba nuestro Paco Pepe, allá por el siglo dieciocho, como músico de los Esterházy, familia austríaca de príncipes, nobles y otros personajes de alto postín, casi casi tan influyentes como el dueño de Zara. Huelga decir (nunca mejor dicho) que hablar en aquella época de derechos del trabajador era como hablar de los derechos del champiñón sorian
o, más aún si trabajabas para un príncipe. Pero los músicos de la orquesta del príncipe Esterházy no estaban demasiado satisfechos con sus condiciones laborales, y a Paco Pepe le tocaba siempre ir a hacer de intermediario entre las protestas de los unos y las respuestas del otro (que, podemos presumir, no siempre fueron amables). Un buen día, tan bueno como cualquier otro, en que los músicos le pidieron que intercediera por ellos para conseguirles unos días libres (que al parecer hacía mucho que no disfrutaban), Paco Pepe decidió que no le apetecía jugarse el tipo. Y pensó otra manera de pedirlos: con la música. Compuso una sinfonía en la que, al final, los intérpretes van terminando su parte, apagando la vela de su atril y abandonando sucesivamente el escenario, hasta que solo queda uno. Nace así "Los adioses", primera "canción protesta" de la Historia. Por cierto, el príncipe captó la indirecta y les dio vacaciones.

También durante su empleo con esta familia, que duró treinta años, le molestaba muchísimo a Paco Pepe que la gente fuera a sus conciertos por ir, porque era de buen tono. No era ya que algunos se aburrieran visiblemente, sino que era habitual que el público se quedara dormido. Para estos bellos durmientes, Paco Pepe Haydn compuso especialmente la sinfonía "Sorpresa". La "sorpresa" consistía en que, tras un laaargo fragmento suaaaveee..., melóóódicooo..., duuulceeee...

¡¡¡¡BLAAAMM!!!!

Venía un golpe de timbal que resquebrajaba los cimientos. Tenía mucha mala leche Haydn a veces.

En otros casos, eran los amigos de Haydn, a los que el compositor tenía seguramente prohibida la entrada a los conciertos pero iban de todos modos, los que pasaban el rato buscándole las vueltas a la música y bautizando las sinfonías. Es el caso de "El oso" (en la que un trocito les recordaba a un oso) , "El reloj" (ídem) o "Redoble de tambor" (nótese aquí el derroche de imaginación).

Y aquí viene la adivinanza: descargado ya el allegro de la sinfonía 83, a ver quién es el primero en acertar por qué estos intelectos desperdiciados la dieron en llamar "La gallina". Pista: minuto cuatro y unos diez segundos.




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domingo, octubre 08, 2006

LIBRO: EL CIEGO DE SEVILLA



Lo confieso. Me pirran las historias de detectives. He leído absolutamente todas las de Sherlock Holmes, aproximadamente la mitad (y subiendo) de las novelas de Agatha Christie, y muchas otras, desde P. D. James a Dashiell Hammett pasando por Lorenzo Silva. Estoy en proceso de tragarme sin anestesia la serie completa de Se ha escrito un crimen y no me pierdo un capítulo de CSI. Y no me importa, o al menos no me importa mucho, que estén un poco traídas por los pelos o que sean directamente malas: es un vicio como otro cualquiera. Por eso, cuando vi El ciego de Sevilla por cinco euros en Eroski no me lo pensé dos veces y sacrifiqué la merienda por el libro. Ya les digo que es un vicio.

Y mereció la pena con creces. La novela es extraña y fantástica, de esas que no se olvidan fácilmente. Está hecha con una mezcla de investigación policíaca, acción bélica y thriller psicológico que engancha desde la primera línea. Sorprende, además, que el señor Wilson, un inglés que reside en Portugal, haya sabido reflejar con tanto acierto los recovecos de la un tanto particular sociedad sevillana, desde las prostitutas de la Alameda a los falsificadores de arte y los empresarios. A partir de la muerte de un rico propietario de varios restaurantes, que aparece atado, con los párpados cortados y fallecido a causa de las lesiones que se ha producido a sí mismo, Wilson construye una historia en la que se mezclan fraudes económicos y tremendas historias personales, incluída la del investigador del caso. Para no perdérsela.

Lamentablemente no está en eMule, pero puede que siga en el supermercado. De todas formas, está a 7,50 en Unilibro.

Reseña en RBA.

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jueves, octubre 05, 2006

CURIOSO PERO CON LETRAS... Y MÁS COSAS

En la Biblioteca Británica han tenido una gran idea: usar un interfaz basado en Flash para que todo el mundo pueda consultar, en internet, quince de los manuscritos originales que guardan. Y no solo eso: en el manuscrito de Mozart, por ejemplo, además de ver la música también se puede escuchar. Maravillosas ilustraciones renacentistas, el primer libro impreso de la Historia, el primer texto de Alicia en el País de las Maravillas... todo a su disposición, para hojear y ojear cuantas veces quieran, aquí.

Vía no puedo creer que lo hayan inventado.

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lunes, octubre 02, 2006

FORMAS DE TURISMO CULTURAL: EL TOCOMOCHO

Es indignante. En el Mvseo Lara (sí, así escrito) de Ronda, Málaga, que se presenta a sí mismo como "La colección privada más importante de España" (no especifican de qué), y en el que cuesta más la entrada que en el madrileño Reina Sofía, muestran al público, entre otras maravillas, un muñecajo que pretenden hacer pasar por el fósil de una sirena (de las de mar), amén de otros prodigios del superglú como el pájaro con pies y manos o el ave con cabeza de serpiente. A ver, señores del Mvseo Lara, les cuento: existe una cosita llamada "rigor científico", que a cierta gente con mucho tiempo que perder les impulsa a no presentar una vasija romana al lado de un bicho pegado por la mitad con otro; y que les lleva, además, a (jamás pensé que tendría que decir esto) limpiar, investigar, clasificar, catalogar y etiquetar debidamente los objetos antes de afirmar que tienen un museo (o un mvseo, que debe de ser más) y poner a una señorita en la taquilla para sacar los ojos a los turistas. No vale, caballeros, con llenar una vitrina de relojes y poner al lado un cartel de "En el s. XIX los relojes eran muy apreciados", o con llenar un estante de trastos y jugar a las adivinanzas con el visitante. No. Queremos, exigimos, saber la fecha y el lugar de procedencia de cada cosa, a quién perteneció, y a ser posible también qué es. Porque visto lo visto con la sirenita, los relojes bien podrían ser de la colección Planeta.

Comprendo, créanme, que se debe impulsar el turismo rural. Pero por favor, no a costa de la credibilidad y la dignidad de los españoles. Los tiempos de cambiar espejos por oro ya pasaron y, además, quedamos más bien mal con aquello.

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